por aunmaslejos | Ene 14, 2016 | España |
Granada, legado árabe «Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada» Así de contundente clama la placa de la torre de la Polvora en la Alcazaba de la Alhambra. Y es que verdaderamente, todo el que ha ido a Granada se queda prendado, da igual cuantas veces se vaya, siempre existe en el Albaicín algún rincón escondido en el que pararse y disfrutar de las vistas o los secretos que esconde esta imponente ciudad. Nos remontamos al año 756 D.C. Los musulmanes ya están en la península y se ubican en el emirato independiente en Albaicín y la colina de Sabika, ubicación privilegiada de la joya de la corona Nazarí. Pasear por el Albaicin traslada al laberinto de callejuelas estrechas y el entramado urbano de los Nazarís, época en la que el barrio brilló con su mayor esplendor, hoy en día esta red apenas ha variado desde esa época y desde la parte alta de San Nicolas hasta las orillas del Darro sigue siendo posible perderse y dejarse llevar sin rumbo fijo por el empedrado desnivel de sus calles, parándose a disfrutar de los numerosos monumentos nazaríes o renacentistas que atesora. Por si solo el Albaicín ya recoge la esencia árabe y el enorme legado y regalo que nos dejaron, pero por si eso no fuese suficiente a cada paso fatigoso por las innumerables cuestas, levantando la vista, Granada nos recuerda que existe un vigilante, uno de los más excepcionales monumentos del mundo árabe, que se puede observar en su solemnidad desde numerosos lugares, como el mirador de...