por aunmaslejos | Sep 26, 2014 | Irán |
Qazvin: la hospitalidad persa 25 de febrero de 2006 Íbamos camino del Mar Caspio por la carretera que unía Ardabil con Astara, en la frontera con la república de Azerbaiyán. Al pasar un túnel de montaña se abrió un gran valle desde donde se divisaba el Mar-Lago. A medida que bajábamos por la carretera veíamos algunos aparcamientos llenos de gente que comía o incluso tenía plantada la tienda de campaña, nosotros también paramos a comer algo y a disfrutar de las vistas. Al llegar a las orillas del Mar Caspio el paisaje cambio radicalmente, de las altas montañas de Azerbaiyán pasamos a los extensos arrozales, una calima intensa lo cubría todo y el aire era caliente, muy pesado. La verdad sea dicha, no había unas vistas muy bonitas, el mar ni siquiera lo veíamos y los pueblos que pasábamos no eran precisamente atractivos, casas destartaladas y mucha basura a ambos lados de la carretera. Estuvimos conduciendo durante un par de horas sin que variase mucho el ambiente hasta que llegamos a Bandar-e-Anzali, una de las ciudades más importantes del Mar Caspio, estaba un tanto desolado todo, aparcamos en un hotel y pedimos permiso para dormir. A la mañana siguiente por fin pudimos ver el Mar Caspio que bueno, no tiene nada de especial, por lo menos en esa zona. Nos dirigimos hacia Rasht, con el único interés de comprar Caviar en alguna pescadería, pero el caótico tráfico nos hizo desistir. La salida de Rasht fue como jugar a una maquinita de coches, en Irán conducir es sinónimo de jugarse la vida, nunca se sabe qué pueden hacer los conductores,...