Nos despedimos del Mekong

Nos despedimos del Mekong

Nos despedimos del Mekong 3 de noviembre de 2007 Los franceses utilizaron el Mekong para construir casas coloniales, en muchos casos mansiones, nunca se adentraron con fuerza en las inaccesibles regiones montañosas pero sÍ lo hicieron fácilmente siguiendo el curso de este histórico río. Ciudades del tamaño de pueblos tales como Tha Khaek o Savannakhet crecieron y prosperaron gracias al colonialismo que ha dejado su huella no sólo en la arquitectura. Una carretera bien asfaltada, la nacional 13, circula paralela al río, sin embargo lo hace a una distancia tal que resulta imposible verlo, para disfrutar de buenas vistas hay que aventurarse por caminos que discurren hacia el sur y llevan a poblados y huertos donde el Mekong baña las orillas con suavidad, hasta los lugares donde se supone que hay rápidos parecen tranquilos comparados con cualquier río de montaña. La primera parada fue en medio de la nada, en un pueblecillo perdido donde un templo gira en torno a una huella de Buda, el Wat Pha Baht Phonsan, es un lugar muy acogedor construido sobre piedra viva y es un punto de peregrinación multitudinario, aunque no en ese momento en el que sólo éramos nosotros dos y los chavales de los alrededores que nos seguían con curiosidad por el wat. Para niños curiosos los que se nos juntaron esa tarde, habíamos parado para comer en un bonito lugar junto a un afluente a menos de un kilómetro de su desembocadura, el sitio nos pareció perfecto para pasar la tarde y dormir, lo que no sabíamos es que despertaríamos el interés de una decena de escolares que de regreso...
La frontera del Mekong

La frontera del Mekong

La frontera del Mekong 29 de julio de 2007 Nuestra primera parada en el Mekong sería en el adormilado pueblo de Chiang Kan, donde una calle que discurría paralela al cercano Mekong concentraba la escasa vida de la población. Lo primero que hicimos tras aparcar la furgoneta fue buscar un hostal para Yosko y Laura, la elección fue muy buena, una habitación casi sobre el Mekong, con vistas al cercano Laos, apenas a medio kilómetro pasando el río. Nosotros aparcaríamos también junto al río, muy cerca de un Wat y también con bonitas vistas. Tras habernos ubicado todos comimos en un restaurante local, después Yosko y Laura irían a echarse una de sus olímpicas siestas, mientras que Silvia y yo pasearíamos a la orilla del imponente Mekong hasta las afueras del pueblo, para disfrutar de un espectacular atardecer, con el sol ocultándose ya en tierras laosianas. A la mañana siguiente contrataríamos una barca que nos llevaría en un crucerito hasta donde el río se separa de Tailandia para entrar en Laos, para luego volverse a unir a Tailandia más al norte, en la zona llamada el Triángulo del Oro. Aunque íbamos a contracorriente ésta no impedía a la larga y estrecha embarcación avanzar con vigor, pese a un precario motor que a la vuelta comenzaría a echar más humo del razonable. Aún así y pese al calor, un baño no resultaba apetecible, algunos remolinos aislados y el color marrón oscuro del río le quitaban a uno las ganas. Primero avanzamos por la orilla tailandesa, de vez en cuando veíamos algunas casas flotantes, pescadores en humildes barcas y chavales que...