Gallipoli

Gallipoli

Gallipoli, la gran batalla 2 de enero de 2006 Dejamos en el aeropuerto a Ricardo y Laura, que regresaban ya a Madrid después de pasar la Noche Vieja en Estambul, y nos dirigimos los cuatro hacia la península de Gallípoli, en busca de las huellas de la famosa batalla de la I Guerra Mundial. David y Alonso no habían comido nada y eran las cinco de la tarde, así que hicimos un alto en el camino para que saciaran su apetito. Estimamos la distancia hasta nuestro destino en 250 kilómetros, pero nos equivocamos, al cabo de más de cinco horas pudimos comprobar que la ansiada península dista más de 350 kilómetros de Estambul, y que, para desesperación nuestra y de nuestros invitados, la carretera se encuentra en muy mal estado. Nuestro mapa de carreteras mostraba una comarcal que recorría la costa a partir de Tekirdag, pensamos que sería una buena opción a la desastrosa nacional llena de socavones por la que veníamos; de nuevo nos equivocamos, sólo era transitable en verano, debía ser poco más que un camino de cabras. Volvimos a la nacional y seguimos camino. A las once de la noche llegábamos a Eçeabat, donde no fue difícil encontrar un hostal y un restaurante donde reponer fuerzas. Rafa y yo pernoctamos aparcados en la misma plaza del pueblo. Por la mañana nos reunimos los cuatro y, tras informarnos del horario de autobuses de vuelta a la gran ciudad, fuimos en busca de lo que hace famoso este lugar: las huellas de la gran Batalla de Gallípoli. A pocos kilómetros al norte de Eçeabat encontramos un primer museo...
El puente de Mostar

El puente de Mostar

Bosnia Hercegovina, el puente de Mostar 5 de agosto de 2005 Dejábamos atrás Croacia camino de Mostar, la bella ciudad de Bosnia-Herzegovina, anclada en la intimidad del valle que forma el Río Neretva, rodeada de las escarpadas montañas de los Balcanes. Ahora sólo quedan amargos recuerdos del maltrato que sufrió durante la Guerra Serbo-Croata y la ciudad despierta poco a poco, abriéndose al turismo, intentando olvidar un pasado quizá demasiado reciente todavía. Atravesábamos la cordillera por carreteras que dejaban bastante que desear, llenas de baches y curvas, llegamos de noche y aparcamos para dormir en el primer sitio que encontramos, junto a unos bloques de apartamentos. En realidad no sabíamos mucho de la ciudad, ni de su historia, ni de su atractivo turístico, ni siquiera sabíamos si lo tendría. Sólo habíamos oído hablar del Viejo Puente, símbolo de la ciudad destruido durante el conflicto. Quizás nos llevó allí cierta morbosidad que, como comprobaríamos por la mañana, sería sobradamente saciada. Al levantarnos no sabíamos muy bien hacia donde ir y nos pusimos a andar sin rumbo fijo. Enseguida, mientras atravesábamos un destartalado parque, vimos un bloque de oficinas destrozado que sólo mostraba su estructura interna, la visión fue bastante impactante. A medida que seguíamos andando veíamos un sin fin de edificios repletos de agujeros de metralla, símbolos mudos y perennes de la sinrazón. Más tarde nos explicaría un hombre que ni la ciudad ni el país tenían aún los recursos necesarios para rehabilitar estos edificios; pensé que posiblemente muchos de ellos se quedarían en este estado para siempre. Continuamos perdidos durante un rato hasta que llegamos a orillas del río,...