El reino de Trebisonda

El reino de Trebisonda

El reino de Trebisonda 11 de febrero de 2006 La mañana que llegamos a Trabzon, la antigua Trebisonda y la arcaica Trapezun de los jonios, brillaba el sol de nuevo para nuestra sorpresa. Entrando a la ciudad por el oeste, dos kilómetros antes de llegar, se encuentra la iglesia-museo de Aya Sofia, en un alto con vistas al mar. El lugar es muy acogedor, con su jardín, su tetería y varios bancos donde sentarse a descansar o pasar el rato. Le dedicamos más de media hora a la visita, tal vez más de lo necesario pero estábamos ávidos de imágenes que no fueran la nieve, la lluvia y el interior de nuestro hogar. Primero la rodeamos disfrutando del exterior, la cúpula típica de las iglesias armenias, varios arcos con relieves, un buen ejemplo de las iglesias que se pueden ver por la región en verano, cuando las carreteras se hacen transitables a los vehículos. Allí mismo, en la terraza-salón de té, nos tomamos un çay dejando que nuestras caras volvieran a sentir los rayos del sol. Éramos conscientes de que aquello no duraría mucho, las previsiones que leíamos por internet anunciaban nieve y frío para los siguientes días, a punto estuvimos de acercarnos esa misma mañana al Monasterio de Sumela, a unos cincuenta kilómetros. No lo hicimos, en su lugar fuimos al Monasterio de Kaymakli, a las afueras de la ciudad, para ello tuvimos que descender por un camino semiasfaltado por el que no estábamos seguros de que fuera fácil regresar. Cuando nos estábamos arrepintiendo llegamos al lugar, en lo que había sido la iglesia y las dependencias del...
Historia en Capadocia

Historia en Capadocia

Historia, pueblos y ciudades subterráneas 18 de diciembre de 2005 Tras la calurosa despedida de los trabajadores del taller, con intercambio de regalos incluido, nos dirigimos con nuevos y renovados aires hacia una de las ciudades subterráneas trogloditas más grandes de la región, la de Derinkuyu. Aunque seguíamos en la región de Capadocia, dejamos atrás la magia de los valles de Göreme. Recorríamos los kilómetros por una región montañosa, con el añadido de la recién llegada nieve, que siempre da otro tinte distinto al paisaje. Llegamos a Derinkuyu casi al atardecer y aparcamos junto a una iglesia católica. Antes de pensar en donde dormiríamos dimos un pequeño paseo por el pueblo. Teníamos que estar bastante cerca de la entrada a la ciudad subterránea, ya que había teterías y tiendas de souvenirs. El resto del pueblo parecía bastante tradicional, con granjas de pollos en las casas bajas y mujeres recatadamente tapadas. Desde luego éramos los únicos turistas en el pueblo, al menos a simple vista. Dejando a nuestra izquierda la iglesia, nos encontramos con señoras mayores que vendían preciosas muñecas con vistosos colores hechas por ellas mismas, eran muy baratas. Efectivamente, andando apenas cien metros más vimos la entrada a la ciudad subterránea. Nos acercamos para enterarnos del precio, 10 millones persona (6 euros cada uno). Al volver hacia la furgoneta un hombre nos paró, «Españoles«, nos dijo, era un comerciante, que nos invitó a tomar un té en su tienda, como no teníamos mucho que hacer fuimos con él. Era una tienda de baratijas y «supuestas» antigüedades, con algunas vitrinas llenas de objetos unos encima de otros, collares, monedas...