Kermanshah y la familia Kurda

Kermanshah y la familia Kurda

Kermanshah y la familia Kurda 3 de marzo de 2006 Qom nos había dejado un sabor agridulce y cambiamos de aires dirigiéndonos hacia el oeste, camino de Hamadán (la antiquísima Agbatana), una de las ciudades más frías del país. Sin saber muy bien si el rumbo que llevábamos era el correcto salimos de la ciudad por una comarcal, difícil de identificar en nuestro mapa, pero que resultó ser la más adecuada. Pasamos junto a extensas plantaciones y pequeños pueblos donde la gente se quedaba pasmada a nuestro paso, fue aquí donde recibimos las únicas precipitaciones en toda nuestra estancia en Irán. En vez de llegar hasta Hamadán nos desviamos en un cruce que indicaba a las Cuevas de Ali Sadr, recordábamos haber leído algo sobre ellas en la guía y no dudamos en ir a visitarlas. El termómetro de la furgo marcaba cada vez menos grados y la nieve estaba de nuevo junto a la carretera, el síndrome Ankara casi nos hace retroceder, pero superamos nuestros miedos y llegamos hasta nuestro destino. En el último kilómetro un zorro cruzó la carretera y se dejó ver durante varios segundos, con su enorme cola roja y las orejas puntiagudas. El aparcamiento de las cuevas es un recinto vigilado y cerrado, el guarda nos dijo que ya no se podían visitar y que debíamos esperar hasta el día siguiente pero que podíamos pernoctar allí si queríamos; esa noche la temperatura cayó en picado casi hasta cero grados. Por la mañana fuimos a la entrada, el guardia del aparcamiento nos había comentado que la entrada costaba ocho euros para los turistas, no nos...