Lovina, un poco de descanso

Lovina, un poco de descanso

Descansando en Lovina 1 de mayo de 2007 Desde Candi Dasa no hay autobuses directos a Bedugul, esta vez fueron dos vehículos y cuatro horas de trayecto, estábamos más que hartos del transporte, mina la paciencia de cualquiera, tú te montas en un autobús que dice dirigirse en la dirección en la que vas, cuando se queda vacío, que ocurre varias veces durante el trayecto, se dedica a ir a 5 km/h pasando por calles concurridas en busca de clientes, cuando digo 5 km/h son 5 km/h, hubiésemos ido más rápido caminando. Los peores son los bemos, pequeñas furgonetas donde cabrían a lo sumo 7 u 8 personas pero donde en Indonesia se meten fácilmente 25, éstos tardan mucho en llegar a donde tú quieres ir, mejor usar los autobuses grandes, no es que sean mucho más rápidos pero al menos no te sacan de quicio mareando la perdiz de pueblo en pueblo, y el precio suele estar establecido, con los conductores de bemo es la lucha diaria y siempre te sientes engañado. Cometimos el error esa mañana de montarnos en un bemo, que nos dejó más de dos horas después pasado Denpasar, la capital de Bali. Allí nos asignaron directamente otro bemo, según parecía no había autobuses normales, esperamos y esperamos hasta que el furgón se hubo llenado y entonces partimos. El conductor nos dejó en la misma entrada de Bedugul, lo que no sabíamos es que era una timada, no se podía entrar al pueblo sin más, nos pedían una entrada (sólo para extranjeros) desorbitada. Cargados con las mochilas nos pusimos a caminar por la carretera con...
Llegada a Kuta

Llegada a Kuta

Un jarro de agua fría 23 de abril de 2007 Nunca olvidaré el jarro de agua fría que me llevé al llegar a Bali, la famosa y mítica isla de Bali, llevábamos semanas deseando que llegara ese día, el 23 de abril, y cuando llegó todo fue de mal en peor. Nuestro primer contacto con los indonesios fue en el mostrador de inmigración donde se compraban los visados, 25 dólares por persona por 30 días de estancia, no un mes, hecho importante para nosotros, el policía que nos tenía que poner el sello de entrada nos confirmó con toda la arrogancia del que se sabe en una posición de poder que tendríamos que pagar una multa para salir del país si no cambiábamos nuestro vuelo del día 23 de mayo al 22, no dábamos crédito, no íbamos a pasar en el país ni 30 días, poco más de 29, pero ese 23 de abril contaba como un día entero, aunque no aterrizamos hasta las nueve de la noche, y el visado no era de un mes. Lo peor no fue la noticia en sí sino el desagradable tono de las autoridades, con las que volveríamos a tener contacto al día siguiente. Con las mochilas al hombro nos acercamos a la taquilla de taxis con precios prefijados, y, aunque nuestro destino era Central Kuta, nos cobraron 5.000 rupias más de lo que indicaba el cartel. Nuestro taxista, un chico joven balinés hinduista, no nos entró muy bien, ya que uno de sus primeros y únicos comentarios fue una desagradable crítica hacia los musulmanes, hacia los cuales nosotros sentimos especial afinidad,...