Rajastán – Jaipur

Rajastán – Jaipur

Jaipur, la ciudad rosa 11 de noviembre de 2006 Teníamos una dirección de referencia que nos había dado la familia Bodineau, el hotel Diggi Palace, se trata de un hotel que, aunque parece lujoso, ofrece habitaciones de muy distintos precios. No nos costó demasiado encontrarlo, pero estábamos ya tan cansados que el tráfico, el bullicio y la polución de la gran capital del Rajastán hicieron que nos pareciese una eternidad. Sin amabilidad alguna nos dijeron que sólo quedaban habitaciones a partir de 1.200 rupias (algo más de 20 euros), a pesar del precio Ana y Marta decidieron ver la habitación, pero el recepcionista comenzó a poner pegas para dejarnos aparcar la furgoneta en el aparcamiento, primero quería cobrarnos 250 rupias para luego insistir en que tenía que consultarlo; nos fuimos de allí. Uno de los conductores de rickshaw que había en la entrada se ofreció a guiarnos hasta una zona con hoteles con aparcamiento, así fuimos a dar al hotel Ashirvad, no era ninguna maravilla sin embargo la habitación costaba 350 rupias y el aparcamiento sólo 100, era un lugar un poco ruidoso por su cercanía a la calle Moti Dungri. Aunque estuvimos dudando entre quedarnos en el hotel o ir a la Ciudad Rosa, tras descansar un rato optamos por lo segundo, un rickshaw nos dejó en la primera puerta de acceso y, sin darnos cuenta, nos vimos inmersos en el Bapu Bazar, uno de los más animados de la ciudad vieja. Aquí se pueden comprar sobre todo telas, ropa, colchas, manteles y todo tipo de productos relacionados con el mundo textil, también hay algunas tiendas de sandalias y calzado de cuero....
La llegada de las chicas

La llegada de las chicas

Gratas visitas 9 de noviembre de 2006 Y llegaron nuevas visita, Ana y Marta que venían desde España para pasar con nosotros algo más de dos semanas recorriendo la provincia del Rajastán. Todo fue sincronizado, nosotros nos levantamos a las cuatro y media de la mañana y ellas llegaron a las seis al aeropuerto de Delhi, según el horario previsto. Siempre es emocionante recibir visitas, no sólo por la nueva compañía, obviamente lo más importante, también por los suministros y pequeños regalos que nos llegan desde España. En esta ocasión nuestras particulares reinas magas nos trajeron una buena mercancía, piezas del coche que necesitábamos y que son imposibles de encontrar en India, una selecta variedad de productos culinarios de nuestra amada piel de toro extendida, comenzando por el indiscutible jamón serrano, un par de manchegos, algunas latas de anchoas del Cantábrico y aceite de oliva, que se puede conseguir en India, pero a precios astronómicos y nunca de buena calidad. Anota volvió a suministrarnos de películas, que nos acompañaran en muchas noches de furgoneta u hostales, una camiseta de los Goonies, que sospecho procede de alguna tienda Pop de Fuencarral o Chueca, cartas de amigos y un largo etcétera…, no podíamos querer más cosas…, bueno, otro par de manchegos no hubieran venido mal. La bienvenida oficial a India para Ana y Marta consistió en una vaca paseando por el aeropuerto, un pequeño anticipo de lo que se irían encontrado en el camino. No perdimos tiempo, queríamos evitar los atascos de Delhi, que ya conocíamos de otras ocasiones, así que salimos lo más rápido posible hacia Agra, para que ellas...
Grata sorpresa en Orcha

Grata sorpresa en Orcha

Grata sorpresa en Orcha 1 de noviembre de 2006 Después de la visita a los templos de Kajuraho nuestra intención era llegar a Delhi, al relajado Nheru Park, para pasar allí una semana esperando la llegada de Ana y Marta. Pero Silvia leyó algo en la guía de India acerca de Orcha, un tranquilo pueblo con esplendoroso pasado y con una buena cantidad de templos y un precioso castillo, estaba a tres horas en coche desde Kajuraho, por lo que sería un buen destino a medio camino, finalmente pasaríamos tres días, por diversos motivos. A Orcha se llega cogiendo un desvío de la carretera principal, doce Km antes de llegar a la ciudad de Jhansi, una añeja puerta de color azul daba acceso a la villa, primordialmente rural y poco masificada, apenas vimos una decena de turistas, aunque había hoteles y algunos restaurantes occidentales, nosotros pasamos el pueblo justo hasta las orillas del río, cogimos un desvío a la derecha y aparcamos a las afueras, justo enfrente de unos impresionantes cenotafios (tumbas reales), era el lugar ideal. Enseguida vino a visitarnos un Sadhu que vivía en un árbol anexo a la furgo, junto a un pequeño templo dedicado a Hanuman, era un anciano, con un agradable rostro, a la mañana siguiente nos proporcionaría leche fresca, a cambio de unas rupias. Yo venía un tanto fastidiado de la garganta desde Varanasi pero después de una pequeña siesta el virus o lo que tuviera se me rebeló por completo. En apenas hora y media, tras dar un pequeño paseo cruzando un puente de piedra sobre el río y disfrutar del atardecer la...